domingo, 24 de noviembre de 2013

Humo (o mejor dicho vapor) sobre el agua

            Personalmente me satisfacen mucho las historias en donde el hilo conductor no se ve a simple vista. Historias circulares, donde el final está estrechamente relacionado con el principio sin que sea evidente hasta el último momento. Cuando me topo con algo así, me brillan los ojos y corro a estropearla, escribiéndola en mi blog. Este es el caso, una historia en donde uno no sabe a donde va, hasta que llega. Verán ustedes.

         
      Había un tipo, un griego nacido en los dominios helénicos en Egipto, llamado Herón de Alejandría. Por lo que se ve era un tipo muy ingenioso. Inventó una esfera hueca con dos tubitos (por aquí nomás debe andar el dibujo) que se llenaba de agua (no completamente) y se ponía a calentar. El agua hervía y comenzaba a salir por los tubos, que como verán están opuestos por el diámetro. Esto hacía que la bola comenzara a girar debido a la fuerza del vapor. Si uno, por ejemplo ataba una soga al eje, podía enrollarla sin esfuerzo alguno. Herón acopló su invento a múltiples artefactos de modo que ,en algunos templos en los que él había trabajado, las puertas se abrían solas y las estatuas de los dioses se elevaban desde el suelo para maravilla de los peregrinos. Pero la eolípila, tal como se llamaba el mecanismo, tenía un grave problema. Si el agua se calentaba demasiado y la presión de vapor alcanzaba ciertos límites, la esfera no resistía y todo estallaba por los aires.

     
      Hubo que esperar casi 2000 años para que el vapor pudiera utilizarse como fuerza motriz medianamente segura. Con agregados de cámaras de enfriamiento y válvulas de regulación más la utilización de carbón de coque que es mucho más efectivo que el carbón común o la leña, la máquina a vapor condujo a lo que todos conocemos como Revolución Industrial. Con ella, los campesinos que morían al sol al lado de sus cosechas o de sus rebaños, pasaron a morirse bajo techo, dentro de las fábricas.

         Lo que comenzó como un fenómeno local en Inglaterra, rápidamente fue exportado hacia otras naciones y una de las que acogió la novedad de manera entusiasta fueron los nacientes Estados Unidos. Los estados del sur, particularmente Texas, Luisiana, Carolina del Sur, Alabama, Mississippi, Florida y Georgia, vivían de las cosechas y les importaba poco y nada la revolución industrial y la máquina a vapor. En cambio los estados menos favorecidos por la naturaleza veían en la industrialización su vía de escape. Desafortunadamente para los románticos, la guerra que se entabló a continuación entre el Norte y el Sur no tuvo causas humanitarias como la abolición de la esclavitud sino económicas. Como siempre, bah!

       
       Los estados norteños, en vista de su proyecto industrial necesitaban operarios y mano de obra calificada, no esclavos. En cambio toda la economía de los estados del sur dependía de la fuerza y trabajo humano y la mejor manera de conseguirlo (en ese entonces) era mediante esclavos negros. Luego notaron que era más fácil pagarles un sueldo miserable y que ellos mismos tuvieran que velar por su alimentación y salud, pero para ese entonces la guerra había terminado. Todas las películas norteamericanas ambientadas en esa época contratan a Morgan Freeman por esa razón.

       


      En 1861, cuando Lincoln gana las elecciones presidenciales, los estados del sur se dan cuenta de que su subsistencia económica estaba en riesgo y por lo tanto se alían y proponen separarse de los Estados Confederados de América, tal era el nombre del país en esos momentos. Imprimen su propia moneda, dictan sus propias leyes y suspenden algunas garantías constitucionales. Además levan de manera forzada soldados para sus ejércitos. Ya en el discurso inaugural de su periodo presidencial, Lincoln declaró ilegal la pretendida separación de estos estados de la Confederación, y el 16 de abril de 1861 empezaron los tiros, que no pararían hasta el 9 de abril de 1865 cuando el general Lee firma la rendición. Cinco días después, para celebrar, John Booth comenzó una costumbre que luego retomó exitosamente Harvey Ostwald, y le voló a Lincoln la cabeza mientras miraba una obra de teatro.

     
      Toda la Guerra de Secesión Norteamericana cabe así en un párrafo, sin detalles ni pormenores porque no es el objeto de esta nota, aunque desempeñe un papel importante. Como verán en el mapa, el Río Mississippi atraviesa de norte a sur casi todo los Estados Unidos. Diez estados son bañados directamente por sus aguas, y muchísimos otros llegan hasta él mediante sus afluentes. Su desembocadura en el Golfo de México lo posiciona como puerta de salida, mayormente hacia Europa, de productos agrícolas y manufacturados. Tan temprano como en 1816, se botó un barco bautizado como Washington, que recorría el río Mississippi impulsado por la fuerza novedosa del vapor.

          El río Mississippi es muy largo (3.700 Km)  y convenientemente ancho pero desafortunadamente poco profundo en algunos de sus tramos. Un barco de gran calado (la parte que va bajo el agua) corre serios riesgos de encallar y aun de naufragar. Las calderas de vapor eran muy voluminosas y si se construyera un barco cuyo casco tuviera dimensiones suficientes para albergarlas se quedaría clavado en el fondo a los pocos metros de zarpar.

         La solución: un barco de fondo plano y la caldera sobre la cubierta. Dos gigantescas chimeneas que eliminaban el humo del carbón y mantenían alejadas de la gente las numerosas chispas que solían escapar de la caldera. En lugar de hélice, las típicas ruedas laterales y ya tenemos la acostumbrada imagen de las películas aquellas en las que dijimos que trabaja Morgan Freeman: un famoso vapor del Mississippi.

       
Imagen Real del Sultana en su último viaje
       Uno de ellos se llamaba SS Sultana y hacía la ruta del Mississippi desde Saint Luis hasta New Orleans. Se necesitaba una tripulación de unas 85 personas para mantenerlo a flote, incluyendo aquellas que hacían el servicio a los pasajeros. Estaba autorizado para transportar 376 personas contando tripulación y viajeros. Pero en 1865 la guerra acababa de terminar, y muchos soldados de los estados del sur que habían sido prisioneros en campos de concentración de los norteños habían sido finalmente liberados y volvían a sus casas luego de 4 años de guerra. Zarpaba el Sultana y todos pugnaban por un lugar en él con destino al sur. La capacidad del barco se excedió, digamos, un poco. El SS Sultana llevaba encima (literalmente, ver foto) 2.300 personas de las cuales había que descontar los 85 tripulantes y solo 70 pasajeros "no soldados". El vapor se detuvo en el puerto de Vicksburg porque una caldera no andaba bien. Las opciones eran: repararla o cambiarla. La ansiedad del pasaje y el miedo a que más personas intentaran subir al barco hizo que se optara por la reparación.

       Para no agregar más suspenso al asunto, el 27 de abril de 1865 las calderas del Sultana explotaron. Lo que quedaba del barco se convirtió en una bola de fuego y murieron más de 1.800 personas. Quinientos sobrevivientes fueron rescatados con diversas heridas de gravedad variable. De esos, 300 murieron en el transcurso de los siguientes 6 meses.

     2.300 personas arrastradas a la guerra por culpa de la máquina a vapor, salvan sus vidas de las balas pero terminan muriendo por culpa de una máquina a vapor. No es por ser determinista pero parece que esta gente la tenía jurada.



Me voy, creo que dejé la pava en el fuego y temo que el vapor me juegue otra mala pasada.



         

       

           

domingo, 10 de noviembre de 2013

Si un dia te dicen Cipayo (espero que no) por lo menos sabrás que quiere decir

      Desafortunadamente, la palabra tiene mucho más utilización de la que debiera. Pero ocurre que cada vez que alguien defiende intereses extranjeros en desmedro de los nacionales, aparece sin saber bien de que está uno hablando.

- Habría que dejarse de molestar con el tema Malvinas. Son de los ingleses. Que se las queden ellos ¡Que embromar!
- Callate, cipayo!

- Lo mejor sería darle la explotación de todo el petróleo a compañías extranjeras. Siempre que metemos las manos nosotros, la embarramos.
- Callate, cipayo!

      La pregunta entonces es ¿Que corno es un cipayo?

      Para saberlo debemos viajar a mediados del siglo 19 y a la India, sin ir más lejos. Vengan conmigo que el vapor está por zarpar.

   
      En el año 1600, un grupo de empresarios ingleses fundó la Compañía Británica de las Indias Orientales, su función era, abiertamente, apoderarse del comercio floreciente con la India. Especias, algodón, té y seda eran los principales productos de exportación y su compra a precio vil a los productores y su venta al mercado Europeo el método para obtener gigantescas ganancias. Para 1608 el puerto de Surat en la India operaba exclusivamente con mercaderías de la Compañía. Para 1609 el contrato con el gobierno británico que originalmente era por 15 años se extendió sin límite de tiempo. Conforme la Compañía de Indias crecía su posición se iba haciendo monopólica. Ningún productor hindú podía vender nada de su producción si no lo hacía a través de la HEIC (Honourable East India Company) (Lo de Honorable se lo pusieron ellos mismos, los hindúes no opinaban lo mismo en ese entonces y opinarían peor luego).

     
      Claro que sostener esa situación no iba a ser gratis. Muchos hindúes que llevaban adelante una agricultura de subsistencia fueron obligados por la fuerza a dejar sus cultivos alimenticios y producir exclusivamente mercaderías exportables. Dado que nadie (salvo que esté haciendo dieta voluntariamente) elige pasar hambre pudiendo comer, la situación debía mantenerse de manera violenta. Para 1670 el rey Carlos II les dio permiso para celebrar alianzas, establecer justicia y tener fuerzas armadas propias, como si se tratara de un estado paralelo. El ejército de la Compañía de Indias era llamado Casacas Rojas. Para inicios del 1800 la superficie sobre la cual la HEIC tenía el comercio exclusivo era cercana a los 129.000 kilómetros cuadrados y regía sobre la vida y hacienda de más de 5 millones de personas. Es decir, una compañía comercial dominaba un territorio parecido en extensión al de Grecia con una población equiparable a las de Suecia y Bélgica sumadas para esa misma época. El férreo control requerido no iba a mantenerse con 5 soldados, no con 10, ni con 100.

     
     Los Casacas Rojas estaban encabezados por unos 20.000 oficiales británicos y más de 200.000 soldados de origen hindú. Desde antes de la era Cristiana los territorios de la actual India formaron parte del imperio Persa. En idioma persa, soldado se dice Sipahi. Del mismo modo los llamaron los ingleses y llegó a la lengua francesa como Cipaye. En resumidas cuentas, los cipayos eran hindúes, contratados por los británicos por monedas, para someter a sus propios compatriotas. De ahí que generalmente la utilización de esta palabra vaya acompañada con el calificativo de "vendepatria". 




      De todos modos, las rispideces entre británicos y cipayos tensaron la soga más de lo aconsejable. Nunca hubo igualdad social ni de trato entre los soldados ingleses y los hindúes. Los ingleses consideraban ciertas costumbres indias como poco civilizadas y las abolieron para descontento de los cipayos. Por otra parte, si un terrateniente no dejaba hijos varones al morir, las tierras pasaban a ser propiedad de la Compañía de Indias según una ley llamada Doctrina del Lapso, sostenida por los británicos a punta de pistola (o de mosquete) y resistida por los nativos. 

      Pero la gota que rebalsó el vaso no tuvo motivos ni políticos no económicos. 

     
     
     
      Para 1857 los Casacas Rojas estaban equipados con modernos fusiles Enfield que ya no necesitaban ser cargados con fulminante, pólvora y munición sino que se les ingresaba por el cañón un cartucho ya preparado de antemano. Este cartucho venía cubierto con una envoltura que había que retirar, mayormente con los dientes dado que una mano sostenía el fusil y la otra el cartucho. Para que el cartucho colocado en la boca del cañón corriera con facilidad hacia el fondo de la recámara, venía untado debajo de la envoltura extraíble con grasa vacuna o de cerdo. Los cipayos eran mayormente hinduistas o musulmanes religiosamente hablando y para unos y otros, ambos animales eran o bien sagrados o bien impuros. Por lo tanto se negaron terminantemente a utilizar esos cartuchos y menos aún a llevárselos a la boca.

   
      La bronca llegó a transformarse en motín y este estalló el 26 de febrero de 1857. Ese día el regimiento Nº 19 de Infantería de Bengala se negó a seguir usando los cartuchos descriptos. El coronel a cargo del regimiento amenazó a los amotinados con artillería pero luego prefirió negociar. De todos modos la mecha de la rebelión estaba ya encendida. Los cartuchos eran el pretexto para expresar el descontento por la escasa paga, los malos tratos y la discriminación recibida. En marzo de ese año un soldado cipayo del regimiento Nº 34 atacó a un sargento y a su ayudante (El del sargento. Los cipayos no tenían ayudantes) hiriendo a ambos. Le fue ordenada a una partida buscar y detener al agresor, pero los soldados hindúes se negaron. Finalmente Mangal Pandey, tal era el nombre del cipayo atacante fue detenido y ahorcado. Esto solo empeoró las cosas. Los motines se sucedían conforme llegaban las noticias de que las represalias británicas eran cada vez mas brutales. Los soldados hindúes furiosos pero desorganizados llegaron hasta Dehli (capital de la India) y tomaron el Fuerte Rojo, cuartel general de las tropas de la ciudad. 

      Los británicos se reorganizaron, esperaron por refuerzos y todo fue cuestión de tiempo. Para fin de ese año la situación favorecía ampliamente a los ingleses y finalmente el 8 de julio de 1858 se firmó la paz.

     
 Bueno, digamos que mas o menos la paz. El método preferido para ajusticiar rebeldes elegido por los civilizados Casacas Rojas era el de atar a la boca de un cañón a un prisionero y dispararlo. Obviamente el cuerpo del cipayo en desgracia era despedazado. Para la religión hindú, el alma de un cuerpo desmembrado no cuenta con el favor de los dioses. Por lo tanto el castigo tenía un doble efecto. Acabar con su vida terrena e impedirle la eternidad celeste.

      Inglaterra entendió a fuerza de mucha sangre, mayormente hindú hayan sido soldados o no puesto que la "reconquista" tuvo más de venganza que de acción de guerra, que la Compañía Británica de las Indias Orientales no podía seguir regenteando con sus métodos el territorio hindú como si fuera de su propiedad. En agosto de 1858 la India pasó oficialmente a ser colonia británica y la reina Victoria fue nombrada Emperatriz. Se permitió que los hindúes formaran parte del gobierno (bueno, un poquito). En el fondo, solo cambiaron de tirano. 

      De todos modos las cosas no irían tan mal. Solo faltaban 11 años para que naciera Mahatma Ghandi. Pero eso, quizá, formará parte de otra nota.

     
Quizá la única diferencia entre los cipayos originales y los actuales es que los primeros tuvieron un acto de dignidad, se rebelaron contra la situación y se negaron a ir en contra de sus propios hermanos. Los actuales cipayos disfrazan su posición de falso interés por el bien común. Ya no disparan con cartuchos engrasados pero siguen provocando daño, y mucho. Solo nos resta esperar que en algún momento se descuelguen con un acto de dignidad. Nunca será tarde.






Buenas Noches. Que lo disfruten con salud.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Informe X: ¿Por qué a todo lo que no conocemos le encajamos una X? ¿Eh?

      
Caída de Granada
      Después de 5 siglos de ocupación y dominación territorial, finalmente el 2 de enero de 1492 en una sencilla pero emotiva ceremonia, el Reino de Castilla recibe las llaves del Palacio de la Alhambra y culmina la ocupación mora de España. Los musulmanes se fueron por donde habían llegado, el estrecho de Gibraltar, un pasillo marino que en su parte más angosta separa a África de Europa por tan solo 14 kilómetros. Así como luego de una mudanza doméstica uno descubre que dejó cosas olvidadas en su anterior morada, los árabes dejaron bastantes marcas que no solo afectaron, y afectan, a España sino también a todo occidente. 

     
Arte árabe en España
      Hoy a más de 500 años de aquel acontecimiento, todavía se siguen sintiendo fuerte. Una de las huellas que mas profunda quedó grabada es el idioma. Por ejemplo, muchísimos nombres de lugares geográficos españoles tienen nombres árabes, debidamente castellanizados hoy por hoy. Andalucía proviene de la expresión Al Andaluz, que es como los árabes llamaban a sus territorios de la península. Guadalajara, que tiene su homónimo en México, también tiene origen árabe. Wadi al Hijarah se llamaba originalmente y significa Río de Piedras en ese idioma. Hasta la misma capital, Madrid proviene del árabe Al Magrit que quiere decir manantial. Y eso por sólo poner unos ejemplos. Nosotros a 10.000 kilómetros de Madrid ( o Al Magrit) seguimos hoy en día utilizando palabras que tienen origen moro. Quien vaya al supermercado y traiga aceitunas, azúcar, zanahorias, albahaca y naranjas no habrá hecho otra cosa que traer productos cuyos nombres tienen origen árabe. Si fuera usted un alcalde que gusta de tocar su guitarra tendido sobre su almohada preferida, también estaría usando tres cosas cuyos nombres derivan del árabe. 

      Los lectores primerizos de Bombilla Tapada no sabrán a donde voy. Los habituales saben que después de un par de párrafos aparentemente inconexos todo se encamina y hacia allí vamos. La palabra árabe adoptada por el castellano que nos incumbe hoy, en principio es álgebra. Y digo en principio puesto que, si bien es importante, no será el punto central de nuestra disquisición.

     
      El álgebra, como ya lo estarán sospechando, tiene también origen árabe. Su nombre original es al yarabi y trata de las estructuras de los cálculos (para ponerlo en términos sencillos). El álgebra da la mecánica de resolución de los problemas de la matemática con independencia de los números que luego, en un caso práctico debemos de insertar en los lugares adecuados. Groseramente, provee los mecanismos para que una cuenta salga sin importar los valores numéricos que vayamos a usar. Es como aprender los principios básicos de la aerodinámica, antes de construir nuestro avión. 


      Las cosas en el álgebra tienen la pinta de: X= a + b. Donde siempre, pero siempre siempre, lo que queremos averiguar se llama X. Pero ¿Por qué siempre la incógnita, lo que queremos averiguar, se llama X? ¿Por que no J, H o S? Y lo que es más ¿Por qué esa X se ha trasladado a cualquier otro ámbito de la vida y el conocimiento aunque no tenga nada que ver con el álgebra?

     
      Los Expedientes Secretos X. Los rayos X. El ingrediente X. Todo aquello cuya identidad no conocemos lleva el misterioso nombre de X. Es hora de que el misterio de devele. Es por acá, vengan por el pasillo.

     




       Obviamente, los primeros manuscritos acerca de el álgebra estaban escritos en árabe. Y por otra parte, la notación matemática, que hoy se nos hace habitual, por lo menos a la vista, no estaba tan desarrollada y globalizada como hoy. Quiero decir, quién hoy ve algo como: 7X + 4b - 9 = log 23, puede que no entienda que quiere decir, pero está seguro de que se trata de algo que tiene que ver con la matemática. Cinco siglos atrás no pasaba eso. Los manuscritos tenían símbolos pero la notación no estaba tan estandarizada como hoy, por lo tanto había mucho desarrollo escrito en reemplazo de lo que hoy sería una fórmula como la de acá arriba.

     
      De modo que las primeras nociones de álgebra que llegaron a la España medieval decían cosas como esta: 5 más algo es igual a 7, lo que hoy se escribiría de modo que un búlgaro, un peruano o un neozelandés lo entendiera del mismo modo como 5 + X = 7. La palabra "algo" se escribe en árabe así: شيء y se pronuncia como algo parecido a "shei". Hoy usamos las palabras británicas que contienen sh (como show, shampoo y demás) reemplazando la sh (inexistente en el castellano) por ese sonido característico. Pero en ese tiempo no había ninguna grafía que pudiera reemplazarla con solvencia. Por lo menos no la había en el castellano. Pero las personas cultas de la época (que eran más bien pocas) a las que les interesaba esta nueva cosa del álgebra, conocían el griego. Y en griego existe la letra Ji, que se pronuncia Yí, que suena parecido a "shei" y que se escribe X. Circulo cerrado.

     
      Algún traductor imaginativo reemplazó el firulete árabe inentendible para nosotros por una X con la esperanza de que leída en griego, sonara árabe. A otro le pareció aceptable y aquí estamos, poniéndole una X a cada cosa que nos resulta una incógnita. 

     





       Y ahora los dejo. Hoy dan la saga completa de los X Men y luego Malcolm X que es una de las mejores películas de caracter político, según una encuesta de la consultora Equis. 

      Que anden bien. Miren a ambos lados al cruzar la calle.